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Nació en Colima, Colima, el 23 de Agosto de 1917. A partir de 1942 radicó siempre en Chiapas, estado al que dedicó su vida y al que amó profundamente.
Científico mexicano catalogado por la comunidad internacional como el último naturalista del siglo XX, reconocido por su destacada labor en el campo de la zoología y la conservación de la naturaleza.
Su interés por la naturaleza, en particular la del trópico, lo llevó a aceptar una oferta de trabajo en el estado de Chiapas, en donde se quedó para siempre, realizando una labor que se ha convertido en una referencia obligada tanto para biólogos como conservacionistas.
El Dr. Álvarez del Toro fue autodidacta. Nunca asistió a una universidad, pero pocos naturalistas han alcanzado -por experiencia directa- el nivel de erudición que él logró tanto en grupos animales y vegetales. Muchas de sus observaciones, siguen siendo la única información disponible en la historia natural de ciertas especies.
“ (…) Pocas cosas hay más plácidas y al mismo tiempo interesantes, que el contemplar la llegada del crepúsculo en un lugar solitario y bravío, donde no se escucha el más pequeño ruido de la llamada civilización, porque ésta se encuentra a cientos de kilómetros. Los pájaros se aprestan a dormir, profieren sus postreros cantos; una lucha de vez en cuando al disputarse una rama más cómoda o más oculta. Empieza a escucharse el grito de los tapacaminos y nictibios; por ahí, en la ladera cercana, se escucha el triste canto del tipacamú ; más allá se despereza algún búho y lanza su primer grito de la noche, advirtiendo a los ratones que se alisten a pagar su diezmo. Por el piso se escuchan varias pisadas discretas… ¿son de pequeños mamíferos, son de aves terrestres? No lo sabemos. De cuando en cuando una carrerita entre la ruidosa hojarasca, que por lo seco cruje a la menor presión, traicionando al que pasa. Por eso, ocasionalmente el animal más inocente produce un ruido que sobresalta”.
“En la propiedad que mi familia tenía en Colima, en esa libertad que sólo da el campo, se desarrolló el germen de la Historia Natural, en particular de la Zoología, que ya traía creo que desde antes de nacer. Se desarrollaron esas latentes facultades naturales de observación, estudiando directamente a la naturaleza (…) muy chico aún, buscaba todos los medios para preservar los ejemplares zoológicos; por lo general resultaron tremendos fracasos, con excepción de los insectos, que salvo continuas luchas contra las hormigas que los destruían, se preservaban bien. Nadie pudo nunca orientarme en el arte de conservar los especímenes zoológicos, ni los profesores de Colima, ni los de la ciudad de México (…). Un día, lo recuerdo perfectamente, vi unas historietas en las cuales figuraba un preparador de animales y así supe que este trabajo se llamaba taxidermia (…) siempre fui gran aficionado a la lectura y me interesaba cuanta lista de libros aparecía en los periódicos que se recibían en casa, haciendo de vez en cuando algunos pedidos por correo (…) Pues bien, un día, con una emoción indescriptible, encontré, en una de tantas listas, un libro español que se titulaba Manual de Taxidermia de Luis Soler y Pujol (…) Al quitar el empaque me temblaban las manos de impaciencia ; al momento lo leí una, dos, tres veces, no sé cuántas, pero aprendí a conocer hasta la última coma (…) dentro de un baúl con libros viejos, de páginas amarillas, casi desintegrándose el empastado, apareció una Zoología de Odón de Buen (…) estos dos libros fueron mis primeros maestros de Historia Natural: uno me enseñó la preservación de los ejemplares y el otro los rudimentos de clasificación y el estudio monográfico de las especies…”.
Únicamente aquellos que son ellos mismos en el mundo,
pueden completar su propia naturaleza ;
Únicamente aquellos que pueden completar su propia naturaleza,
pueden completar la naturaleza de otros ;
Solamente aquellos que pueden completar la naturaleza de otros,
pueden completar la naturaleza de las cosas…
Y aquellos que pueden completar la naturaleza de las cosas,
son dignos de ayudar a la naturaleza en su tarea de
hacer crecer y sostener la vida…
Y aquellos que son dignos de ayudar a la naturaleza en su tarea de
hacer crecer y sostener la vida,
son iguales al cielo y la tierra.
POPOL VUH
400 a.C.